Qué puedes esperar de ‘¡A Cantar!’

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Netflix ha estrenado una de sus apuestas por entretenimiento de producción propia en nuestro país.

 

Lentamente Netflix sigue apostando por producción propia en nuestro país. La nueva propuesta de entretenimiento de la plataforma, ‘¡A cantar!’, presentada por Ricky Merino, te salvará de un momento de aburrimiento, pero será algo que habrás olvidado poco después.

Este estreno mundial producido por DLO Magnolia es una idea del mismo estudio británico detrás de ‘Awake: The Million Dollar Gamei, otro formato de Netflix con un concepto también interesante. Y es que lo mejor de ‘¡A cantar!’ es eso, un concepto interesante. Si bien las “barras de afinación” no nos pillan de nuevo –¡qué buenos ratos jugando a «SingStar!»– , son un buen recurso para dirimir batallas musicales de una manera distinta a cualquier otro programa anterior. También funciona la mecánica de la competición, con rondas que protegen al mejor según el algoritmo y eliminan según la elección de los propios concursantes. Un buen equilibrio. El inicio de la competición es rápido, el avance en las rondas es ágil y el ritmo, en general, no cansa.

Pero lo peor es, sin duda, ese mal del que padece una corriente de programas que confunde “americanizar el espectáculo” con tratar de imbécil al espectador. Es un mal que desaparecerá, porque no funciona. Hablo de la manía de impostar por edición todas las reacciones ante lo que sucede sobre el escenario, o de machacar a través del presentador con palabras o expresiones cool. Es irritante ver y oír risas del público sobre frases de guion sin ningún tipo de gracia o reacciones de sorpresa a supuestos giros objetivamente absurdos, o que el presentador no deje de referirse al concurso como una “fiesta”.

Un buen ejemplo de cómo de artificial es el programa es un momento en que Ricky Merino pregunta a una concursante del primer episodio “cómo ves el videoclip que te gustaría protagonizar algún día”, a lo que ella solamente responde “con mucho pelo sin duda” y hace un alegato a favor del bello femenino. Cuota feminista cumplida. El público jalea. Un comentario forzado que contenta sólo a un feminismo unineuronal.

Por su lado, el guion de Ricky le hace explicarmuy bien la mecánica, pero introduce chascarrillos tan malos que a ratos le hacen parecer ridículo. En general, su papel como presentador está acorde al propio programa, irrelevante. De hecho, su mejor versión se da cuando improvisa conversaciones, respecto a cuando lee guion.

La forma del plató, la disposición del público o la oscura iluminación no contribuye tampoco a un espectáculo fluido y ameno, más bien resulta claustrofóbico y abrasador, justo en un contexto de post-confinamiento y altas temperaturas. Por último, tampoco reluce un repertorio musical en general algo antiguo, que parece enfocado a un público adulto nostálgico, con títulos como “Let Me Entertain You” de Robbie Williams, “Livin’ La Vida Loca” de Ricky Martin o “Zapatillas” de El Canto del Loco. No exactamente lo que llamaría tendencia.

Con todo, no dejéis de darle una oportunidad a esta producción nacional, puede que os mantenga distraídos. Veremos si, en futuros formatos, Netflix consigue dejar también un poco de huella.

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