Crítica de ‘Sky Rojo 3’, la temporada final de la serie que se estrena en Netflix el próximo viernes 13 de enero.
Después de dos trepidantes temporadas, la historia de ‘Sky Rojo’ empieza a encaminarse hacia su fin. Con la tercera entrega, cuyos 8 episodios verán la luz en Netflix el próximo viernes 13 de enero, se pondrá el broche final a esta ficción creada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato, y protagonizada por Verónica Sánchez, Lali Expósito, Miguel Ángel Silvestre y Asier Etxeandía. Se incorporan en esta última tanda fichajes como Catalina Sopelana o el cantante Rauw Alejandro.
La ficción producida por Vancouver Media sitúa el arranque de su temporada final en un pequeño pueblo pesquero de Almería. Allí Coral (Verónica Sánchez), Wendy (Lali Espósito) y Gina (Yany Prado) tratan de empezar una nueva vida, alejadas de su pasado y con los cuatro millones de euros que le robaron a su proxeneta al final de la temporada anterior. Lo que no esperan es que el pasado siempre vuelve, aunque sea seis meses después y a poco más de 1.000 kilómetros.
Esa es la premisa de la entrega final de la serie. “El pasado siempre vuelve”, aunque intentes cambiar de vida y de identidad. Si a todo esto se le suma la maldad sin límites de Romeo (Asier Etxeandía) y las ganas de venganza de Moisés (Miguel Ángel Silvestre), el coctel molotov está listo para estallar en cualquier momento. Y tanto unos como otros no quieren hacer prisioneros.
¿Qué ha sido de Coral, Wendy y Gina?
Conocer la nueva vida de Coral, Wendy y Gina lejos del prostíbulo y de su anterior vida es el aliciente de los nuevos capítulos. Las tres se han instalado en este pueblo, con nuevos objetivos vitales y deseos de obtener por fin la tranquilidad y la normalidad de la vida de una persona cualquiera. Hasta incluso, ¿por qué no?, el amor. Cada una de ellas, a su manera, con sus secuelas emocionales y físicas (en el caso de Coral literalmente, tras la pérdida de un ojo que la obliga a portar un parche).
Por su parte, la relación entre Romeo y Moisés es una de las grandes bazas de esta temporada, condicionada por los hechos acontecidos al final de la anterior entrega. Moisés desconoce que Romeo es el verdadero responsable de la muerte de su hermano Christian (Enric Auquer), al que incluso llegó a enseñarle el cadáver congelado de su madre. Un sadismo sin límites que Romeo oculta utilizando a Moisés para conseguir llegar hasta las chicas.
La crueldad de Romeo
De esta forma, el personaje interpretado por Asier Etxeandía alcanza en esta entrega unas cotas de perversión absolutamente desproporcionadas. En cuanto a Moisés, actúa siempre desde la impulsividad, la visceralidad y el odio promovido por sus ansias de venganza, pero condicionado por las mentiras de Romeo, que le ha hecho creer que las chicas son las responsables de las muertes de su madre y hermano.
La serie vuelve a hacer alarde en esta última entrega de los mismos defectos y virtudes de sus anteriores temporadas. Un ritmo trepidante, con finales en alto que te dejan con las ganas de darle al banner de ‘ver el siguiente episodio’, así como también un exceso de frivolidad y de violencia gratuita que hace que a veces resulte hasta un poco desagradable ver según qué escenas. Así como algunos diálogos y secuencias pasadas de rosca que resultan un tanto forzados por demasiado surrealista.
En ocasiones el colorido y el tono de la serie han podido transmitir una imagen algo frívola, romantizada o edulcorada del mundo de la prostitución, especialmente también con la historia de amor-odio entre Coral y Moisés. Sin embargo, esta nueva entrega aborda de lleno las terribles secuelas (de por vida) del paso de Coral, Wendy y Gina por el prostíbulo y deja claro que lo que les ha ocurrido no es ningún juego.
En definitiva, ‘Sky Rojo’ entra de lleno en una gran batalla final a tumba abierta en la que nadie piensa hacer prisioneros. Un espiral de violencia en el que habrá tiros, metralla, sangre y también muchas lágrimas. La serie habrá gustado más o menos, eso va por gustos, pero se ha mantenido fiel a su esencia desde sus comienzos hasta el final, con ese ritmo vertiginoso y adrenalínico que hace que los 30 minutos de metraje pasen volando.
